Trastornos del espectro autista (TEA)

Trastornos del espectro autista (TEA)

Los trastornos del espectro autista (TEA) son un grupo de trastornos del desarrollo, cuyas manifestaciones se producen a edades muy tempranas y perduran toda la vida. Se caracterizan por alteraciones importantes en las siguientes dimensiones del ser humano:

1. La interacción social

Alteración del uso de múltiples comportamientos no verbales, como son contacto ocular, expresión facial, posturas corporales y gestos; importantes dificultades para desarrollar relaciones con compañeros y compañeras; graves carencias en la tendencia espontánea para compartir intereses y objetivos con otras personas (p. ej., no mostrar, traer o señalar objetos de interés); déficits muy serios de reciprocidad social o emocional.

2. La comunicación

Retraso o ausencia total del desarrollo del lenguaje oral (no acompañado de intentos para compensarlo mediante modos alternativos de comunicación, tales como gestos o mímica); si hay un desarrollo del lenguaje, hay una alteración importante de la capacidad para iniciar o mantener una conversación con otros; uso repetitivo del lenguaje; ausencia de juego realista espontáneo o de juego imaginativo propio del nivel de desarrollo de un menor (por ejemplo el juego de “cucú” o las “comiditas”).

3. La imaginación

Patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados, manifestados por una preocupación absorbente e inapropiada sobre algo o sobre partes de objetos; presencia de rutinas o rituales específicos e inflexibles y sin funcionalidad; movimientos motores estereotipados y repetitivos (ej. aleteo o giro de las manos o los dedos o movimientos complejos de todo el cuerpo).

Las personas con un trastorno del espectro autista pueden tener otras dificultades, como sensibilidad sensorial (sensibilidad a la luz, el ruido, las texturas de la ropa o la temperatura), trastornos del sueño, problemas de digestión e irritabilidad. También pueden tener muchas fortalezas y habilidades, como por ejemplo la memoria.

Se le llama “trastorno del espectro autista” porque diferentes personas con TEA pueden tener una gran variedad de síntomas distintos, desde leves hasta altamente incapacitantes.

A pesar de que cada niño/a con TEA es diferente a los demás y que la edad de detección varía de unos casos a otros, existen una serie de señales de alarma que pueden hacer recomendable una valoración exhaustiva del desarrollo:

  • No tiene sonrisas grandes u otras expresiones cálidas y de alegría a los 6 meses o a partir de entonces.
  • No comparte sonidos, sonrisas y otras expresiones faciales repetidamente a los 9 meses o a partir de entonces.
  • No balbucea a los 12 meses.
  • No hace gestos tales como señalar, mostrar, alcanzar o saludar a los 12 meses.
  • No dice palabras sencillas a los 18 meses (mamá, papá, agua, leche…).
  • No formula frases de dos palabras con significado (sin imitar o repetir) a los 24 meses.

Cualquier pérdida del habla, balbuceo o habilidades sociales a cualquier edad.

Aproximadamente un 10% de las personas con Trastorno del Espectro Autista tienen un desorden neurológico, genético o metabólico identificable (X-frágil, Síndrome de Down, esclerosis tuberosa etc.) y entre el 30 y el 51% de las personas con trastorno del Espectro Autista tienen discapacidad intelectual asociada (Coeficiente Intelectual < 70). Los TEA son entre 4 y 5 veces más probables entre la población masculina que entre la población femenina y es más frecuente en familias que ya tienen algún miembro con este diagnóstico.

No se conocen las causas del trastorno del espectro autista y no existen pruebas médicas para su diagnóstico.

El pediatra de Atención Primaria es el profesional más directamente involucrado en la salud de los niños desde su nacimiento y al que primero se habrá de consultar si se detecta alguna señal de alarma en el desarrollo de los menores.

La complejidad y variedad en la presentación de los síntomas dificulta tanto el diagnóstico como el diseño de la intervención, por lo que será también esperable que los menores que presenten sintomatología compatible con este trastorno sean valorados por otros especialistas como psicólogos clínicos, psiquiatras o neurólogos, para confirmar o descartar el diagnóstico y, si se estima necesario, seguimiento del caso.

Para cada menor con TEA se ha de elaborar un programa de atención individualizada, que se lleve a cabo por profesionales de distintos ámbitos como el sanitario, educativo o de servicios sociales, entre otros, que incluya intervenciones terapéuticas y psicoeducativas, plan de cuidados, intervenciones dirigidas a la familia e intervenciones dirigidas al entorno: de apoyo social, de apoyo en la escolarización… Dicho programa requiere una adecuada coordinación entre todos los profesionales implicados y la familia.

Con relación a los tratamientos farmacológicos, no existen medicamentos que puedan curar los TEA. Sin embargo, existen psicofármacos que pueden ayudar a personas con TEA a funcionar mejor, ya que permiten mejorar su concentración, impulsividad o posibles comportamientos disruptivos.

Consulte con su pediatra ante cualquier sospecha de que el desarrollo de su hijo/a no está siguiendo un curso adecuado.

Juegue y hable con su hijo/a desde el nacimiento, con el fin de estimular su desarrollo. No subestime su potencial, motívele, y siempre espere que él o ella desarrolle al máximo sus capacidades.

Favorezca, desde los primeros años, la relación de su hijo con otros niños y niñas en entornos de juego.

Trastornos del espectro autista